miércoles, 7 de julio de 2010

La inteligencia social



La inteligencia social es la capacidad para reconocer sentimientos propios y ajenos, y la habilidad para manejarlos. El tema fue popularizado por Daniel Goleman, con su célebre libro: Emotional Intelligence, publicado el 20 de enero de 1995.
Goleman estima que la inteligencia emocional se puede organizar en cinco capacidades: conocer las emociones y sentimientos propios, manejarlos, reconocerlos, crear la propia motivación, y gestionar las relaciones. (Al leer estas capacidades las relaciono inmediatamente con los pasos de la meditación afectiva de Cafh: Cuadro, sensaciones, propósito, consecuencia).

El autor también nos ilustra de manera científica, explicando que el descubrimiento más importante de la neurociencia es que nuestro sistema neuronal está programado para conectarse con los demás, ya que el mismo diseño del cerebro nos torna sociables al establecer inexorablemente un vínculo intercerebral con las personas con las que nos relacionamos. Ese puente neuronal nos deja a merced del efecto que los demás provocan en nuestro cerebro y a través de él en nuestro cuerpo.

Goleman, revela las claves neurológicas de las relaciones humanas y explica que estamos “programados para conectarnos” con los demás y que las relaciones interpersonales tienen un impacto muy profundo en nuestras vidas. Los seres humanos tenemos una predisposición natural hacia la empatía, la cooperación y el altruismo y por lo tanto necesitamos desarrollar la inteligencia social.
El trato cotidiano con nuestros padres, parejas, hijos, jefes, amigos, compañeros e incluso con extraños, conforma nuestro cerebro y afecta a todas las células de nuestro cuerpo hasta el nivel de los genes.

Participamos constantemente en una especie de “danza neuronal” que nos conecta -de cerebro a cerebro- con las personas que nos rodean.
Las relaciones interpersonales poseen un impacto biológico de largo alcance porque afectan a las hormonas que regulan tanto nuestro corazón como nuestro sistema inmunológico, de modo que las buenas relaciones interpersonales actúan como las vitaminas y las malas relaciones como el veneno.

Y nada mejor que fortalecer esa relación neuronal con un estado de conciencia en expansión, siendo egoentes, es decir concientes de nosotros mismo, de nuestra relación con el todo, y discernir la forma de responder a la responsabilidad que implica esa conciencia, firmes en el propósito de que nuestra presencia sea un aporte positivo en la sociedad.

Que esa relación no sea más que una relación de mente a mente, que sea un aprendizaje armonioso de almas amorosamente comprometidas.
Descubrirnos y hacer contacto con las herramientas para lograr esa conexión es todo un desafío de positiva transformación individual y colectiva (conexión con el todo).

El Espíritu de Renuncia, nos ayuda a visualizar nuestras fortalezas y debilidades de manera objetiva, llevándonos a despertar en nosotros un profundo sentido de participación y amor por todos y por todo, permitiéndonos desarrollar nuestro estado de conciencia situacional, la que determina nuestra respuesta efectiva en situaciones sociales. Esto significa valernos de nuestros recursos (intuición, empatía e inteligencia) para decidir, por ejemplo, si debemos hablar o simplemente callar, concientes de que de igual manera estamos participando, teniendo en claro nuestro compromiso de participación responsable, efectiva, en empatía en lo individual y colectivo.

Somos una unidad con toda la humanidad en lo físico, mental y espiritual, y también en lo personal y lo colectivo. Nuestra vida influye en el mundo que nos rodea tanto como el mundo influye sobre nosotros. Hay un vínculo relacional entre “nosotros” y “los otros”. Y ese vínculo es el que hace posible que volquemos sobre el mundo el amor que somos capaces de brindar como expresión de nuestra participación y expansión interior.

Es por ello que vivir con armonía y mesura implica reconocer esta unidad y lograr la armonía entre lo personal y lo colectivo, entre el mundo interior y el exterior, entre lo contingente y lo trascendente, entre el instante presente y la eternidad. Esta armonía y mesura no son objetivos utópicos; las podemos lograr a través de un trabajo interior metódico, consecuente y escrupuloso en el contexto del sentido trascendente de la vida.

2 comentarios:

Grupo dijo...

LA INTELIGENCIA SOCIAL LA VEMOS COMO EL SABIO USO DE NUESTRAS POTENCIALIDADES, HABILIDADES, DESTREZA, Y CONOCIMIENTO EN BENEFICIO DEL BIEN COMUN,

Miguel dijo...

Excelente nota.