sábado, 10 de septiembre de 2011

El placer de vivir.


Y una vez más el amanecer me encontraba esperándolo, en un lugar cercano al jornalero, apoyada en las barandas de la orilla del lago, como si esa aproximación me permitiera integrar esa mística conexión de colores y aumentar la sensación de plenitud que la briza y la tibieza del sol me permitían aspirar por cada uno de los poros de mi cuerpo.

Contemplación, más nada!!. En eso escucho una voz que dice: “Que belleza ,verdad ??!!”. Y observé una mujer extasiada ante tal maravilloso espectáculo de colores, tenía una escoba en la mano y el uniforme de la alcaldía… continuó sin dejar de contemplar el amanecer :“ Yo los disfruto a todos, cada uno con sus colores diferentes….los que más me gustan son los de los domingos…desde mi chinchorro ,con mi muchachito pequeño y mi café recién colado, el canto de los pájaros que también parece que lo disfrutan, la mata de mango que me da sombra y que esta full de frutas con los colores del amanecer, todo en armonía….y ahí agradezco a Dios por todo lo que me regala y le enseño a mi hijo a valorar y agradecer..

Las dos nos quedamos en silencio terminando de ver su majestuosa aparición…el sol marabino nos confirmaba la bendición de un nuevo día.

La muchacha recién entonces me miró a los ojos, sonrió y siguió su trabajo…. Ese día la vida me regaló dos amaneceres increíbles!!.

Es maravilloso ser capaces de ponerlo todo en equilibrio y recuperar la belleza que se esconde en los eventos más sencillos. La tierna flor que abre sus pétalos al sol del amanecer o el olor fresco de la tierra después de que ha llovido (olor a Quines ,como lo bautizó mi hija). La calidez del ser amado que duerme a nuestro lado o el brillo en los ojos de nuestros niños, cuando descubren con asombro los extraordinarios componentes del mundo. El poder sanador de un abrazo que se da en un momento de pesar o el inefable misterio de una noche estrellada. La risa de los que amamos o el estremecimiento de nuestro primer beso de amor.

La magia silenciosa de la lluvia que se contempla a través de la ventana o la contemplación del fuego en la chimenea. El caer de las hojas del árbol, por un instante vivas y danzantes, bajo el hechizo del viento del Otoño. En suma: la extraordinaria magia que se esconde detrás de las cosas ordinarias.