miércoles, 24 de marzo de 2010

La responsabilidad con sabor a naranjas



Mientras cortábamos naranjas de las plantas que con tanta dedicación cultivo mi abuelo desde antes que mi madre naciera, la Cocò, mi abuela lo recuerda con tanta ternura mencionando sus comienzos en esas áridas tierras, como compartían los frutos con los vecinos, con los niños que se acercaban a pedir.
Al finalizar la jornada, a la sombra de los naranjales, saca un cuchillo del bolsillo de su delantal, parte unas naranjas, las compartimos mientras cuidamos del riego, ella va hilvanando cuentos, anécdotas, reflexiones…
Era un encuentro sagrado de los tantos que marcaron mi vida la búsqueda, el compromiso.



-En un pueblo famoso por sus exquisitas uvas y por los vinos que allí producían- comenzó- todos los años en tiempo de vendimia, se realizaba un concurso premiando al mejor vino.
Se dividían por comunidad, cada una de ellas tenía un barril donde cada agricultor colocaba una jarra de su producción logrando al final de la recolección el preciado líquido que los representaría en la competencia.
La comunidad de Pedro había sido a lo largo de los años la que mas reconocimientos había obtenido; en esta oportunidad al pasar la jarra, Pedro pensó que si reemplazaba el vino por agua nadie lo notaria.
Todo el pueblo estaba reunido, en el escenario estaban las vasijas, el jurado, y los representantes de cada comunidad.
Llego el turno de degustar el vino de la comunidad de Pedro y para el asombro de todos, lo que se pudo saborear fue una refrescante agua de pozo, pues todos habían tenido la misma idea de Pedro.

Esta historia habla de nuestra responsabilidad, como individuo en esta gran sociedad.
Nuestra responsabilidad individual que por mínima e imperceptible que parezca tiene repercusión en el todo de la humanidad. “Es una carga cuando soñamos con liberarnos de ella; es una obligación cuando abdicamos nuestro discernimiento y lo reemplazamos con la sujeción temerosa a las leyes y dictados de otros; es un cometido cuando nos sentimos involucrados con lo que ocurre; es un deber cuando reconocemos lo que hemos recibido de la sociedad; es un compromiso cuando al descubrir nuestra vocación, nos reconocemos como parte del todo”.
La principal responsabilidad es ser veraz con nosotros mismo para nuestro verdadero desenvolvimiento, para que nuestra vida este apoyada en los cimientos sólidos y claros del conocimiento de nuestros verdaderos pensamientos, sentimientos y actos consecuentes.





Esto me hizo recordar al cuento que te gusta tanto Letty, en donde el personaje finaliza diciendo: “Yo hago lo que a mi me corresponde”….

Pero lo dejamos para otro encuentro. Prometo tener naranjas.